sábado, noviembre 15, 2025

Observador presenta su premiada traducción de ‘Esperando a Godot’ en la Sala Russafa

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VALÈNCIA. Uno de los textos más representados del mundo y una de las formaciones teatrales más reputadas del país (Premio Franquista de Teatro 2008) cruzan sus trayectorias en el estreno en la Comunitat Valenciana del montaje de Esperando a Godot por Observador. Del 21 al 24 de noviembre, podrá encontrarse en Sala Russafa, con cuatro únicas funciones adentro del festival itinerante Rayuela’24 organizado por la Asociación EnCompañías, que reúne a muchas de las más veteranas de España.

El codirector de la obra, Ricardo Iniesta, avisa de que este acercamiento no tiene ausencia que ver con la mayoría de las puestas en cuadro de este icono de la vanguardia escénica del siglo XX escrito por Samuel Becket. Además advierte de que el espectador no va a encontrar los instrumentos más característicos de la compañía andaluza: las coreografías de movimiento, los coros o las grandes escenografías. “Y, sin embargo, milagrosamente, se mantiene el espíritu de Atalaya”, admite Iniesta, quien se convenció de atreverse con este guión posteriormente de ver una reproducción de la obra dirigida por el propio autor con motivo de su estreno, en 1953.  

“Era un texto maravilloso, pero no me habían enganchado sus puestas en escena. Entonces me di cuenta de que otro Esperando a Godot era posible” explica el codirector de la dormitorio, seducido por el hiperrealismo y la poética que encierra el teatro del disparatado “cuando se aleja de lo gratuito, cuando se contextualiza y no trata de estar constantemente retando al espectador”. Un esquema que abordó en compañía de Sario Téllez, con quien igualmente ha trabajado como actriz y ayudante de dirección en anteriores ocasiones, adentro de la formación andaluza.

“Los dos tenemos muy interiorizado el lenguaje de Atalaya, pero cada uno le damos nuestro toque personal. Nos hemos ido alternando en el liderazgo a la hora de montar las escenas. Y ella ha aportado una energía femenina a la dirección que es maravillosa y que guarda algunas sorpresas para los espectadores”, adelanta Iniesta.

El montaje que acoge esta semana Sala Russafa supone la segunda invitado de la compañía a su decorado, que ya visitó en 2014 con La Celestina. En él, la audiencia va a encontrar a los personajes míticos, Vladimir y Estragón, encarnados con un punto de ingenuidad, de humanidad y ternura que engancha. “A lo largo de la representación hay un ritmo vivo y un montón de anzuelos que van pescando al público para llevarle consigo a través del mar de palabras que puede parecer el texto”, comenta el codirector de la dormitorio.

Unos diálogos plagados de reflexiones que apuntan a la esencia del ser humano y que se van hilando mientras los intérpretes realizan acciones ágiles y sencillas, que dan dinamismo a las escenas. Para Iniesta, la modernidad de Becket en su momento no le impidió escribir un clásico, en el sentido de que esta obra sigue siendo actual hoy día, que puede serlo en cualquier momento, espacio y punto porque plantea cuestiones universales.

Es adecuadamente conocida la trama de Esperando a Godot, que transcurre mientras dos vagabundos hacen tiempo, charlan, discuten, juegan, se desafían… a la paciencia de un tercer personaje. Una pareja que podría remitir a iconos como Buster Keaton o el Abultado y el Encanijado (en su traducción menos ingenua). Y que en ocasiones interactúa con el despiadado Pozzo, de maneras fascistoides, acompañado por Lucky, a quien esclaviza.

Los codirectores opinan que aspectos de los personajes están en todas las personas, por lo que han buscado la humanización y complicidad con el manifiesto en una puesta en cuadro donde brillan los intérpretes M.Asensio, J.Arenal, M.Reyes y A.Casado.

Los cuatro suman más de un siglo de experiencia adentro de la compañía y son una buena representación del nivel primoroso que Observador imprime a sus montajes. En esta ocasión, la estética recuerda a viñetas de El Roto y las tonalidades entroncan con cuadros de Magrite. Por otra parte, en la escenografía destacan montañas de zapatos. Descoloridos, desparejados, huérfanos… se amontonan como una referencia a la asesinato, a todos los que quizá pasaron por la misma paciencia a Godot, antiguamente que los protagonistas. Una idea que surgió tras la invitado de Iniesta a Auschwitz, donde quedó conmocionado por una sala en la que se mostraba el calzado de los prisioneros que, antiguamente de ser gaseados, eran obligados a desvestirse.

Este tipo de simbolismo contrasta con la casi ingenuidad de la pareja protagonista, en un trabajado equilibro de tragedia y comedia que consigue, por otra parte de imprimir un carácter propio al montaje de una dormitorio tan conocida, “que el espectador salga de la sala con una sonrisa, pero también con un pellizquito, con una chispa de emoción”, comenta el codirector sobre la experiencia con el manifiesto de una tournée franquista que arrancó en 2022 y que ha trayecto hasta ahora 15 provincias.

Unos logros recompensados en la última estampación de los ‘Premios Escenarios de Sevilla’, en los que han sido galardonados en las categorías de amoldamiento, dirección e interpretación. Estos reconocimientos forman parte del casi centenar que ha recibido la compañía al prolongado de una trayectoria en la que ha girado por 45 países y que ha visitado diferentes escenarios valencianos con sus últimos cinco espectáculos.

Con el estreno en la Comunitat Valenciana de esta propuesta, concluye la cuarta estampación del festival itinerante Rayuela, ofreciendo a los espectadores de Sala Russafa la oportunidad de disfrutar de la particular reto estética, de la contrastada calidad escénica y de la personal visión que Observador realiza sobre una dormitorio icónica en la historia del teatro.



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Opie3 es el reportero todoterreno de Noticies de Valencia. Nació y creció en Oliva, y su conocimiento sobre los barrios y rincones de la provincia es insuperable. Le apasiona descubrir historias ocultas detrás de las fachadas más anónimas. Siempre va acompañado de su libreta de notas, que, por cierto, ya ha perdido tres veces en los mercados de la ciudad. Si te lo cruzas, seguro que lleva una horchata en la mano, su debilidad confesada.

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